Recuerdo vivamente asambleas del PCE, cuando yo pertenecía a las Juventudes Comunistas. Recuerdo también asambleas de IU, con más nitidez todavía. Y uno de los recuerdos que me vienen a la mente es el de la “cuestión de orden”.
Todos sabemos que las izquierdas españolas, presentes también en el seno de IU, han sido y son muy dadas a debatir de lo humano y lo divino. Es fácil imaginar una asamblea en la que un camarada coge la palabra y no la suelta hasta que desde la presidencia le repiten, por decimosegunda vez, que por favor, camarada, otros compañeros y compañeras quieren opinar al respecto de la enmienda segunda, del tercer párrafo, de la página ochenta y seis de la propuesta programática de actuación para las próximas elecciones y tal y cual.
Recuerdo, como si fuera ahora mismo, con más risa que nostalgia, el momento en que descubrí el ábrete sésamo del tedio asambleario; la contraseña de entrada al paraiso de la síntesis; el código hecho verso que desencripta el mátrix ideológico de cualquier individuo adormilado ante las sombras de la caverna, perdido y aburrido por el juego de espadas dialéctico de los compromisarios de turno (y así podría yo seguir para que os hiciérais una idea ad infinitum). Ese momento de anarquía máxima que surgía cuando alguien, siempre muy seguro de sí, gritaba “¡¡cuestión de orden!!”.
La burocracia de la asamblea se detenía por un momento para dilucidar si era cierto que lo que el provocador de turno venía a exponer ante la sacrosanta asamblea era realmente un asunto que merecía ser tratado en ese mismo instante, porque de no hacerse así se estaba comprometiendo el resultado del debate latente.
Los más retorcidos usaban la muletilla “cuestión de orden”, aunque no lo fuera, solo para hacerse oir.
Pero es cierto que había cuestiones de orden. Aclaraciones formales que centraban el debate de fondo y conseguían eliminar ruido molesto.
Mi cuestión de orden, hoy, pasa por insistir en un asunto que considero crucial a la hora de abordar la unificación de las izquierdas españolas, asunto este prioritario donde los haya. Me estoy refiriendo a la necesidad de elaborar, negro sobre blanco, el método que facilite la participación, con nombre y apellidos, de personas que representen a todas las sensibilidades que conforman eso que se llama, y existe, izquierdas españolas: Izquierda Unida, Izquierda Anticapitalista, Partido Comunista, EQUO, Izquierda Abierta, etc, sindicatos varios (CCOO, STE, UGT, CUT, etc), y partidos de implantación regional (Bildu, Chunta Aragonesista, Ezquerra Republicana, Bloque Galego, Convocatoria por el cambio, etc). Y otros que me dejo.
Ante las próximas elecciones europeas de 2014, con circunscripción electoral única, todas las fuerzas políticas deberían comprender que no es el momento de la política, entendida desde el punto estrictamente -o tradicionalmente- ideológico. Es el momento de las formas, es el momento del número, más que del fondo y de la palabra. Es el momento de elaborar una lista de personas que representen a todas (¡a todas!) y cada una de estas organizaciones comprometida con la media aritmética resultado de dividir el total de candidatxs entre los días laborales de 4 años de legislatura europea, con el objetivo de denunciar a los que quieren acabar con todxs nosotrxs, y de que sí se puede (ya, después, lo que cada unx quiera añadir).